El sol trajo siempre piezas de más para hacer
una plaza sin adoquines en el suelo
para que yo me llevara el resto en el bolsillo
y poder adornar tu frente al apartar el pelo de tu cara.
Y cuando te dejo en casa solo siento dentro,
pedradas a la calle y al sótano para encerrar,
pedradas a la calle y al sótano para encerrar,
todas las ganas de morir mordido por las fieras.
Todas las muertes no son ninguna, y por la fuerza
y a la fuerza deshago los botones de mi techo,
para que salga un sol algo menos remendado:
Más humilde, menos corrupto, nunca desde el norte.
Más humilde, menos corrupto, nunca desde el norte.
Ten, te traigo mis brazos y un consejo:
Cierra la puerta al limpiar la hoja,
Cierra la puerta al limpiar la hoja,
no quieras que te bese a dentada y ladrido.
Deja que grabe a filo y fuego,
sobre nuestra puerta y protección,
que lo lean todos los que vengan a matarnos:
"Deja que el sol te despierte o amenace.
Deja que el aire entre por tu ventana hasta en invierno.
Pero nunca, nunca, dejes que entre yo."