15 nov 2018

He oído tu nombre

No conozco a Dios, pero he oído todas sus atrocidades,
y puede que gobierne cuando hayamos olvidado nuestros nombres.
Sinceramente, espero verte antes de mi condena,
para ver si tu reconoces el rostro que llevo ahora.

No conozco a Dios, pero he oído que ya murió,
y está maldito el camino de mis tropiezos y aciertos.
Sinceramente, odio el nombre de esta historia,
deseo que muera el hombre que está en la mira.

No conozco a Dios, pero he oído que a veces viene
y visita una obra a telón cerrado por la quijada de un hermano.
Sinceramente, vivo demasiado cuesta abajo y por eso debo
mandar al infierno y su dolor el insomnio que arrastro.

No conozco a ningún dios, pero he oído su nombre,
y siento la fuerza que me viene de dentro y fluye.
Sinceramente, ningún costillar podría aguantar tanto,
al tumbarme ya no sueño y tan solo pienso en revivir.

No conozco a ningún dios, pero he oído tu nombre,
y quiero oírlo desde mi garganta cada vez.
Sinceramente, estoy petrificado del frío que vino,
tras aquel mal vino de botella que terminamos.

Conozco a algún demonio, el que vive dentro de mi,
y a derrota y lucha pelea por salir y ganar.
Sinceramente, lo atrapo y derroto siempre pero,
se alimenta de mis largas horas por venir.

Cuando vuelvo al portal de tu casa,
a veces consigue salir.





9 nov 2018

Este mal vino

Para cuando este mal vino se termine,
y hayamos caminado, huido y trepado a lo alto,
habiendo segado el aire con esas notas
de inmortalidad tenue que tienes.

Ven, abrígate, mi calor no es suficiente
para todo el frío que viene.
Ven, apártame de esta carretera
por la que nunca te enseñé a conducir.

Para cuando este mal vino se termine,
y tu te hayas marchado de mi,
me dejes echando de menos cómo mirábamos
la calle de camino a casa.

No debí dejarte mirar dentro de mi,
estos tonos grises manchados,
de negro rotundo, oscuro, casi absurdo.
No supe ser rio y rosas...

Para cuando este mal vino se termine,
y hayas olvidado mis manos,
mis rizos y mi cara al sonreír,
y solo veas mis tonos negros.

Me hagas odiar deshecho y a muerte
los días hilados de momentos cruzados,
si aquella luz en el techo de la habitación
me mira inerte y sin hacerme daño.

Para cuando este mal vino se termine,
y me hayas olvidado del todo,
juro que seré sombra.

Pero solo entonces.
Ahora corre,
corre y sírveme otra copa.