29 sept 2018

Acción y consecuencia

Entorna la vista entre cuatro paredes que no son suyas, ni de nadie a tiempo completo.  Le aprisiona en el pecho la angustia del pasar o no pasar de las horas y los días, queriendo que el tiempo vuele hasta poder dormir de nuevo, pero que no corra tanto que le alcance. En la mesilla un bodegón  de tristeza y sencillez: Nada sano que comer, pero si un buen tabaco que fumar.

Pronto estaré bien, se dice. Pero hasta a él le suena a mentira y se atormenta por todo y por nada. Él se ha despertado a media noche, sudando y llorando. Acción y reacción. Acción y consecuencia. Rechina los dientes, no puede aguantar más. Arrastra los pies escaleras abajo hasta una calle que no conoce pasos si no son de camioneros dormidos, o gente que busca esconderse.

Le laten las sienes y el cuello, y nota más ahí el corazón que en el pecho, donde ella decía escucharlo al dormir. Mira una foto doblada en la cartera para volver a perder la cabeza, negar estar sano, necesitar su apoyo y no tenerlo. Apurar esa última hora que no tuvieron. Pronto estaré bien, se dice.

Los coches pasan a su lado pero no los nota. En el banco una vieja le mira y sonríe, pero ese regalo a él se le hace enorme, y corre al creer no merecerlo. Deambula por la única calle que tiene el pueblo, solo ve comercios cerrados y se le hace poéticamente correcto que él haya terminado ahí. Un lugar sin futuro, bonito a veces, por donde la gente pasa sin fijarse, dejando su marca y olvidando que algún día pasaron por aquella carretera desgastada. ¿Y si nunca volverá a estar bien?

Vuelve a la habitación de nadie y se sienta en la cama deshecha. La desesperación vuelve a encoger la habitación, que le aprieta hasta que necesita asomarse por la ventana, no para respirar, sino para volver de nuevo a mirar esa carretera. Esa carretera que le vuelve a indicar un camino de desaparición y huída. Que nadie vuelva a verlo. Esa carretera que le hace recordar el sueño en Alaska de los vientos por venir, y aún triste, encuentra hermoso aquél futuro huyendo.

Y sin embargo no imagina sus pies en otro suelo, ni descansar si no es en su cama. No puede pensar en una sonrisa que le mire si no es la de ella, ni levantarse bajo otro cielo.

Así ignoro yo la carretera desgastada, los vientos de Alaska y las gana de huir.
Toda acción tiene una reacción. Toda acción tiene una consecuencia.