1 ene 2017

Quiero que seamos dos olivos.

Un rayo de sol me persigue cuando cruzo la calle,
un monstruo cruza la ciudad de norte a este.
Yo ya no se como combatir al miedo que me das.
Sobre hojas de miel y canas de un antaño añejo,
coces para crines de trigo que ya no me enredan.

Aplausos a oscuras en un teatro cerrado y vacío.
Contradicciones en cruces rápidos, embraga y frena,
corrompe con óxido todos mis clavos,
y hazme así más feliz que nunca.
Yo me encargo de los gastos de la cripta.

Prendiendo una vela en el corazón para que haga sombras
en las paredes de mi memoria hechas de ti.
Desangrando la granada que late dentro de mis versos,
por un punto de vista mal traído a la cueva que barro
cada mañana al mirar por la ventana queriendo comprender.

¿De donde salen los pájaros que nunca anidan?
Del origen de mis ronquidos al perseguirme
¿Donde dormirán cuando se cansen de volar?
Que yo ya no los querré dentro de mi,
pero reconozco que al final siempre abro las puertas.

Ven a regarnos después de enterrar los pies en ladrillos,
dejarnos crecer y enredarnos como planta torcida,
ser dos olivos frente a unos seres que no entienden,
que los golpes del mar en la roca desgastan menos,
que los de los silencios y la indiferencia.

Déjame remar este cristal hasta un atardecer descompuesto
en colores cálidos al principio y crema casi al final.
Sin duda recordaremos solo los fríos con los que pintamos
nuestras puñaladas traperas, galopes y viajes a la mierda.
Recordando ser siempre menos fuerte sin un aroma que seguir.

Aleks Ginsberg "Helada"

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